Hay mundos en los que la gente usa la bici para ir a trabajar, para salir, para dar un paseo, para disfrutar de su tiempo libre o para encontrarse con sus amigos. Hay mundos en los que existe un carril bici seguro, que garantiza la accesibilidad a cualquier zona de la ciudad y, cuando esto no es posible, hay calles calificadas como “zona 30” en las que peatones y bicis tienen preferencia, zonas donde el tráfico es más calmado y menos peligroso para las personas.
Hay otros mundos en los que los niños aprenden a ir en bici a la escuela por caminos escolares seguros. Acompañados de adultos o no, aprenden las normas de circulación y las normas de seguridad en bici. En esos mundos, esos niños seguirán usando la bici cuando se conviertan en adultos para ir a sus obligaciones tal y como aprendieron cuando eran pequeños.
Hay otros mundos en los que el transporte público se hace de verdad “intermodal” y se alía con las bicis, permitiendo y facilitando su transporte o estableciendo aparcamientos de bicis en sus accesos, porque han apostado por una manera de moverse en la ciudad más rápida y más eficiente.
Hay otros mundos en los que la bicicleta no se confunde ni se identifica única y exclusivamente con la “lycra” y la velocidad punta; mundos donde uno puede ir a trabajar cómodamente vestido con su ropa de diario: con su traje y con su vestido, porque la velocidad no es lo que interesa. Lo que interesa es llegar al trabajo relajado y feliz y en una óptima condición física.
Hay otros mundos que han comprendido que la cuidad debe y puede ser más vivible, más tranquila, más silenciosa, más calmada, usando la bici como medio de transporte urbano sostenible y eficaz. Una ciudad donde sean la personas las que dominan y controlan los desplazamientos y no al revés, donde los desplazamientos aplastan, queman y enferman a la gente.
Hay otros mundos, pero están en este… o deberían estarlo.
morgana
