Santander Cycle Chic

Santander Cycle Chic

miércoles, 11 de agosto de 2010

MI ULTIMA CARRERA

Hola, soy Víctor Jiménez. Estudio, trabajo y ayudo lo que puedo en casa. Pero sobre todo, soy ciclista. Y tengo sueños, muchos sueños. Es veinticuatro de Julio. Son las 9 y media de la mañana. Después de una buena ducha, llega la hora de ponerse en camino. Hoy toca correr lejos de casa.
Repaso: Casco, maillot, botas, gafas, el móvil. Está todo. Suena el motor de un coche: es Marquitos, compañero de equipo, de viaje y de mil aventuras. Viene a recogerme. Al bajar las escaleras, la voz de mi padre: «ojito con el coche; ¿Llevas las manzanas en las mochila.?» Lo de siempre. ¿Dónde corres hoy? Pregunta mamá. En Santander. Me podría ir con vosotros -me dice mientras prepara el desayuno- así, de paso nos damos un bañito en la playa. «Hoy no puede ser. Sólo llevamos el coche hasta Valladolid. Luego nos vamos en el del equipo».
Mientras voy ascendiendo el puerto, pienso en que tengo que mirar el euromillón de ayer. Últimamente lo estoy raspando. Es cuestión de tiempo que caiga. El día que toque, lo primero que haré será llevarme a toda la familia de vacaciones. Si puedo, les jubilo a todos. Me compraría un Mercedes, el más elegante del concesionario. Y un pisito en Ávila. Amplio, luminoso, con piscina.
Me saca de mis pensamientos un golpeo rítmico en mi pecho. Es el colgante de oro, el crucifijo. Me lo regaló Bea -mi novia- hace ya tiempo, cuando perdí el de mi comunión. Ahora, me da fuerza en cada carrera. No es que sea muy creyente, pero siempre me ha traído buena suerte. Sigue el ritmo de mis latidos, de mis pedaladas...
Vamos bajando en fila india por la curva del puerto de Cabuérniga. Siento un golpe seco. Por mi mente empiezan a pasar imágenes a toda velocidad, con una nitidez asombrosa.
Me acuerdo de soplar pocas velas en un cumpleaños. De juguetear con cajas de cartón. De las primeras pedaladas en bicicleta; las primeras caídas; las copas y los ramos de flores; las cenas con pizza los sábados de victoria.
Vacaciones en Benidorm con mamá, papá, Sergio y Patri; enterrarnos en la arena; 'navegar' mar adentro en la barquita blanca de pedales; el buffet libre; los helados de por la noche. Las clases de trompeta con José. Lo mucho que me agobiaba ir a las de solfeo; el día de Santa Cecilia. Salir de casa a las ocho de la mañana con Sergio; el autobús escolar; salir de extranjis a la calle en el recreo para comprar las moras de golosina. De vuelta, risas con Carlos, Alvarito y Pinda. Llegar a casa. Subir las escaleras, adivinar lo que había de comer por el olor. Simular que estudio con Patri, y la realidad es que charlamos de nuestras cosas.
El entrenamiento diario. Abuela recibiéndome con los brazos abiertos, diciéndome '¡Pimpollo!' Abuelo Teodoro con sonrisa amable, pero sin dientes, de estas que llegan. Cantarle a mamá en la cocina. Papá riéndose. Sonrojado, como siempre. Los zapatos limpios la noche de Reyes. La emoción del día siguiente. Las partidas a la play con Sergio. Las reuniones de los cuatro pequeños en casa de los abuelos. Los ojazos verdes y el pelo blanco del abuelo Paco. Su calma. Su gracia. Los besos de bienvenida y la risa de abuela Felisa. La felicidad de los dos, y de todos, el día de su cincuenta aniversario de boda. Su beso en el brindis, antes de la tarta. Algún día quiero ser como ellos.
Horas y horas al teléfono, el cine, la nieve, las vacaciones en Calpe, las fiestas en mi pueblo. todo con Bea. Patri se va a Madrid a estudiar, quiere ser periodista. Sergio, mi hermano, aprueba los exámenes para la policía. Les echo algo de menos. La boda de Eva; yo, sin saber todavía lo que se hace en una boda. A mitad de la misa, se dan cuenta de que faltan las arras y que están en el coche; darme cuenta de que soy yo quien tiene que llevarlas. Corro al coche. Corro de nuevo a la iglesia. Un día inolvidable.
La preparación antes de las carreras. Llamar a Bea. Decirle que la quiero. Salir de casa. Las risas en el coche con Marquitos. Las largas conversaciones. Los grandes amigos del pelotón. La línea de meta.
A mí alrededor empiezo a notar alboroto. Me gustaría tranquilizarles, pero no sé cómo. Ahora muchos se dan cuenta de que es cierto lo que nos dijeron, que la vida es breve, aunque para unos más que para otros. Y no siempre justa. Por eso es necesario luchar y ser valientes, como lo son los ciclistas al montarse en una bici, sea cual sea la categoría; y como lo sois y seréis vosotros, mi familia, mis amigos, mucho más a partir de ahora.

PATRICIA JIMENEZ, HERMANA DE VICTOR JIMENEZ