Santander Cycle Chic

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viernes, 7 de mayo de 2010

RESERVADO PARA CICLISTAS





Ese día, hace algunos años, amanecí con la sensación de que algo especial me esperaba. Ocurrió en esa etapa de mi vida en la que me encontraba rebotando de facultad en facultad sin ganas de terminar una carrera universitaria. Estaba bastante deprimido, sintiéndome solo y sin idea de por qué había aparecido en el mundo. Por alguna razón tenía cierta habilidad para resolver fórmulas químicas y numéricas. Y sin embargo debo aclarar que no soy ni verde ni ecologista me deprimía pensar que la resolución de fórmulas ha servido para darle más rápido a la madre tierra.


Salí antes del amanecer y me acordé de las palabras de un amigo mío al que le dicen el Buda: La vida es una secuencia de periodos de vacío espiritual interconectados por momentos de iluminación; sólo en esos instantes de conexión llegamos a estar cerca de Dios. Y ese día, de camino a la Universidad , tenía un examen a las ocho. No me acuerdo si era de equilibrio termodinámico o de la transformada de Fourier, pero era un examen importante. Tenía la intención de resolver los problemas de manera correcta y luego tachar todo y poner respuestas incorrectas y absurdas.


Tomé mi acostumbrada ruta por la Avenida Legaria hasta santander. Ya sobre el puente, donde se contempla toda la ciudad, apareció una escena tan hermosa que me obligó a detenerme.


Las cajas de acero y cristal sobre neumáticos pasan indiferentes. Con mis largas greñas al aire me siento como antiguo sacerdote en la cima de una pirámide, presenciando un fenómeno astronómico que los demás mortales ni siquiera se imaginan.


Hacia el poniente una luna llena, hermosa y grande como los ojos de una mujer enamorada, se comienza a ocultar tras la línea del horizonte. Y justamente del otro lado del mundo aparecen unos rayos dorados proyectándose sobre el firmamento, anunciando el nacimiento de un nuevo sol.


Me quedo clavado en el mismo sitio, observando el fenómeno hasta el final, sintiendo que el corazón no me cabe en el pecho, tratando de comprender la razón por qué ese espectáculo fuese a ocurrir en el preciso lugar y momento en que pasaba en mi bicicleta. Para los automovilistas, el momento se perdió para siempre. Pero yo sé que cuando se oculte la Luna saldrá un nuevo Sol.




CiclistaUrbano