Santander Cycle Chic

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martes, 6 de abril de 2010

EL ARTE DE ACERCAR Y ALEJAR


EL ARTE DE ACERCAR Y DE ALEJAR


No hay duda de que el ser-humano es un cuerpo entre los cuerpos. Su alma, si se quiere, está extendida en el espacio como algo existente. Es por esto, que nos desplazamos según las leyes físicas que rigen también a las cosas. Somos materia tanto como espíritu. Sin embargo, no somos simplemente cosas, pues nuestra relación con el tiempo, hace que seamos nosotros mismos como cuerpos auto-móviles, los que generemos y creemos el des-pliegue de las distancias. Para ponerlo de manera sencilla; nosotros hemos creado la “cercanía” y la “lejanía” de la realidad, puesto que ésta no es algo que valdría aplicar a la realidad de las cosas por sí mismas. Las cosas entre ellas no están ni cerca ni lejos, simplemente están. Lo que está cercano o lejano, cabe sólo para la realidad humana, puesto que ésta es una de sus relaciones ideales con el mundo. Acercarme o alejarme es lo que hago “yo” por medio de mi corporalidad. Así es cómo nos movernos, sabiendo que al acercarnos a una cosa alejamos también la otra, pues nuestra corporalidad es el centro de todas las distancias. Cada individuo es como un punto focal, que en su presencia al mundo, instaura lo cercano y lo lejano “desde” su cuerpo, desde su ego. Me alejo de mi habitación para acércame a mi trabajo; me alejo de mi trabajo para acercarme a mi habitación. ¿No hay aquí un circulo inalcanzable del andar humano? o ¿es acaso que “lo humano” es exactamente este andar inalcanzablemente circular? Más parece que a esto ultimo podríamos responder simplemente mirando hacia nuestro entorno. Alrededor nuestro, todo va y todo viene sin cesar. Los autos o las nubes vienen, pasan y se van. Por otra parte, las comunicaciones virtuales intentan hacernos más amable esta fugacidad de los cuerpos. Sin embargo, también ellas son presa de la cercanía y la lejanía, incluso, se nutren de ellas cuando intentar hacerla des-aparecer o aparecer según sea el caso y la demanda. ¿Al contestar mi celular no estoy acaso acercando a esa persona a la que contesto? No obstante, ¿no estoy acaso nuevamente alejándola al colgar? La verdad es que sí, y es así como ha ser nuestro mundo para siempre, pues como he dicho anteriormente, somos nosotros mismos como puntos focales los que des-plegamos las distancias de todas las cosas desde nuestro cuerpo. ¿Cómo superar lo distante y lo cercano? ¿cómo trascenderlo o eliminarlo? Afortunadamente, no hay que hacerlo ni querer hacerlo. Las distancias, como diría Aristóteles, nos indican como seres de auto-movimiento. No somos cosas, sino cuerpos concientes, auto-móviles. Entonces, ¿qué mejor que ser uno de esos que despliega las distancias, es decir, ser aquello que las hace nacer y morir? Podemos de todas formas, encontrar interesantes y amenas maneras de lidiar con esta condición tan íntimamente nuestra. En ese rumbo, por ejemplo, el hombre invento la bicicleta. La invento por lo demás, perteneciendo plenamente a la esencia que hemos descrito, esto es; ser el ente que crea las distancias. La bicicleta es sin duda el primero y el mejor de estos intentos de pertenecer fielmente a lo humano ¿Por qué? Bueno, primeramente, porque ahí está todavía. No se ha extinguido como se extingue lo inútil de este mundo, lo que no ayuda. La bicicleta es la forma directa de re-encontrarse con nuestra condición de vida. La bicicleta es lúdica, es decir, hace al hombre participar y asumir que es él y sus deseos, aquello que crea la necesidad de ir o venir hacia un lado o hacia el otro. Con la bicicleta se rompe la inercia, pues uno ya no es el asistente pasivo a las cercanías o las lejanías, sino el que propiamente, como “motor de la naturaleza” las asiste en su nacer y perecer constante. Además, la bicicleta es manejada plenamente por uno, y es uno el que decide paso a paso, si las cosas han de alejarse o acercarse rápida o lentamente. La bicicleta te habla, te deja expresar tú propia forma de ser entre las cosas. La bicicleta sólo asiste al hombre, no le impone gratuidades ni regalías digitales a su condición verdaderamente existencial. La bicicleta es casi como una forma de deslizarse por el mundo, de no rozarlo, de separar los pies de la tierra. Con la bicicleta nos apropiamos de nuestra intimidad, nos apropiamos en el fondo, de nuestro ser, de lo que somos para siempre (el ente que crea las distancias). Por esto, la bicicleta es una dignidad del hombre orgánico y corpóreo (no virtual). La bicicleta es, el arte eterno de acercarnos y alejarnos hacia el mundo.