Santander Cycle Chic

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sábado, 10 de abril de 2010

TRAVESURAS EN DOS RUEDAS



Últimamente me preguntan mucho sobre el origen de mi afición por la bicicleta y la verdad siempre había pensado que venía de mis clases de francés en la primaria, donde la primera imagen que ilustraba mis lecciones era la de dos niños franceses andando en su bicicleta al pie de la Torre Eiffel con un baguette bajo el brazo, lo cual para una niña de 6 años como lo era yo, fue una de las cosas más inspiradoras de mi niñez; ahora creo que solo forma parte de un gran rompecabezas de momentos que me llevaron a amar mi bicicleta tanto como lo hago ahora.

Mi primera bicicleta me la regaló mi abuelo. Era rosa con negro rodada 16, de la marca no me acuerdo, pero si me acuerdo que mis veranos más felices fueron montando mi bicicleta con mis vecinos. Nunca fui una niña de muñecas, siempre preferí las bicis, los patines, los balones e inclusive combinaciones entre ellos.

De pronto un día se me pasó el amor por mi bici y la olvide. Incluso ahora que trato de recordar que paso con ella no puedo lograrlo, no sé si la regalé o mi mamá la tiraría, lo cierto es que mi juguete favorito dejo de serlo, para darle paso a los intereses propios de la pubertad: como yo, siendo toda una “señorita” de 13 años, iba andar jugando en bicicleta? No. Yo tenía que andar arregladita para salir con mis amigas, para ir a las fiestas donde todavía comíamos bollicaos con fanta.

Como pude olvidarla, ella tan guapa, tan femenina. Como pude olvidarme del día que salí con ella de Juguetibici y me sentía la más feliz, porque me hacía olvidarme de todo y de todos, porque éramos solo ella y yo, porque me sentía niña arriba de ella y no era más una adultita. Mi abuelo me la compró a escondidas de mi madre, porque a ella no le gustaba que hiciera “cosas para niños”, sin darse cuenta que era de las pocas cosas que más disfrutaba y que me hacían sentir menos responsable y más libre, independientemente del supuesto “genero” de la propia actividad.

Y tal vez no pueda decir con precisión el momento en el cual empezó mi afición por la bicicleta pero si puedo explicar el por qué: Porque a pesar de que hayan pasado los años, no dejo de sentirme como cuando era niña arriba de mi bici. Me hace sentir libre, dueña de mi, de mi tiempo y de mi espacio. Me siento única en una ciudad como santander en la que es fácil perder la individualidad, pero difícil no sentirse solo. Gracias a mi bici, he conocido gente muy interesante y verdaderamente preocupada por construir un lugar mejor para vivir, una Ciudad bonita como esta habitable y feliz. Al mismo tiempo me vuelvo a sentir niña, me vuelvo a sentir que estoy haciendo algo prohibido, como cuando salí de Jugetibici sabiendo que mi mamá no sería muy feliz con nuestra travesura, pero ahora lo prohibido se traduce en hacer algo diferente, algo que la mayoría no se atreve a hacer. Ojalá eso cambie pronto para poder sentirme tan feliz como cuando salía con mi bandita de amigos a jugar a la calle y poder ser testigo de que más y más gente, disfruta volando sobre dos ruedas.